Tener adversarios en lugar de enemigos

Por Sandra Naranjo Bautista

¿Tenemos diferencias irreconciliables o es la polarización generada por nuestras creencias e ideologías?

Cuando estudiaba mi Maestría en Harvard fui parte de un grupo de estudio dirigido por el Profesor Levitsky, reconocido académico en política latinoamericana. En mi primera sesión habló un compañero venezolano. Me llamó la atención sus ideas articuladas y lo mucho que teníamos en común. El amor con el que hablaba de su país y de la necesidad de tener gobiernos eficientes que creen igualdad de oportunidades para todos.

Al final de la sesión, me causó aún más impresión saber que era de la oposición venezolana.

Para entonces yo había trabajado cinco años en el gobierno del presidente Correa, en Ecuador. Aunque en teoría éramos de espectros políticos opuestos, en esa conversación aprendí que nuestros principios eran más cercanos que lo que prescribían las etiquetas de nuestras respectivas ‘ideologías’. Me preguntaba de cuánto más me estaría perdiendo por mis estereotipos y sesgos.

Uno de los mayores problemas en política, y en sociedades tan polarizadas como las actuales, es la facilidad con la que se convierte a los adversarios en enemigos. Michael Ignatieff, ex profesor de Harvard y político canadiense, explica la diferencia en su libro Fire and Ashes. Un adversario debe ser derrotado, mientras que un enemigo debe ser destruido. Con los adversarios, es posible llegar a acuerdos. Un adversario de hoy puede convertirse en un aliado futuro. Con los enemigos no hay acuerdos, jamás podrían ser aliados.

La visión tradicional de ‘derecha’ versus ‘izquierda’ en política latinoamericana es tóxica y caduca. Debemos encontrar un mejor camino, una forma de capitalismo diferente.

La política se ha convertido en una guerra a la que todos contribuimos, al perder la tolerancia y el respeto con los que discrepamos. Y en una guerra, todos pierden. Ocurre en Ecuador y en el resto del mundo. Estados Unidos enfrenta los mayores niveles de polarización de los últimos veinte años, en ausencia de una causa común nacional. Unir al país será el principal reto del Presidente Biden.

Cómo nuestros sesgos contribuyen a la polarización

La neurociencia nos ayuda a entender cómo nuestros estereotipos inciden en la polarización de nuestra sociedad. La principal función de nuestro cerebro es garantizar nuestra sobrevivencia, para lo cual es esencial pertenecer a un grupo. Ser parte de una tribu era un mecanismo de defensa contra otras tribus y animales. A lo largo de la historia, nuestro cerebro ha desarrollado la idea de ‘nosotros’ contra ‘ellos’. La esclavitud o el holocausto son los ejemplos más trágicos y extremos de esta división.

Pedirle a una persona que cambie de opinión es pedirle que cambie de tribu, lo que afecta su supervivencia. Nuestras creencias deben ser consistentes con el grupo social al que pertenecemos, no con la validez de los hechos, o corremos el riesgo de ser expulsados. No es necesariamente la diferencia de nuestras ideas la causa de la polarización, sino la distancia que hemos generado con los que piensan distinto. A medida que aumenta la proximidad, también aumenta la comprensión.

Las redes sociales han exacerbado la distancia entre grupos. El algoritmo está diseñado para interactuar con gente que piensa como nosotros. En el documental El Dilema Social explican que, con el tiempo, se genera la falsa sensación de que todos están de acuerdo contigo, porque los que aparecen en tu feed de noticias suenan como tú. El objetivo de las plataformas sociales no es presentar hechos, sino ideas afines a nuestras creencias, aunque sean falsas. Un estudio de MIT muestra que las noticias falsas en twitter se expanden seis veces más rápido que las verdaderas.

Peor aún, cada grupo tiene su propia versión de los hechos, su propia realidad. Como dijo el Presidente Obama, vivimos en un mundo donde todo es verdad y nada es verdad.  Me preocupa pensar que ni siquiera podemos coincidir en los hechos, en los problemas que tenemos, aún cuando discrepemos en los mecanismos para resolverlos.

Es momento de actuar

No podemos seguir en piloto automático. O hacemos algo para incrementar nuestra tolerancia y respeto en busca de una salida, o estamos condenados al fracaso. Sería más fácil culpar a alguien con una visión opuesta que asumir nuestra parte de responsabilidad.

Podemos empezar por escuchar a los que piensan distinto. No es necesario coincidir, sino entender su punto de vista y ampliar nuestra perspectiva. Abrirnos a la posibilidad de que haya algo valioso por aprender. Un buen inicio sería seguir en redes sociales a personas de otras tendencias, leer editoriales o libros de autores con ideas diferentes a las nuestras.

Los efectos de la pandemia apenas comienzan. Para salir fortalecidos de los devastadores impactos económicos y sociales, necesitamos redefinir, como sociedad, los pilares y creencias fundamentales que sostienen nuestra nación.

El Covid-19 nos enseñó lo mucho que nos necesitamos los unos a los otros. Lo que nos une es más fuerte de lo que nos separa. Que pensar distinto no nos convierta en enemigos. Podemos debatir y discrepar sin odiarnos en el proceso.

Una versión de este blog es publicó primero en inglés en bettergovs.org

Foto de Christian Regg on Unsplash