Por Sandra Naranjo Bautista
La pregunta que más me hace la gente es “¿Cómo era ser ministra?” Este blog es una breve respuesta a esa pregunta. Es una primera reflexión personal de lo que significó para mí trabajar en el mundo de la política. Para dar una respuesta que haga justicia a la experiencia probablemente necesitaría un libro completo. Por ahora, me imagino que te cuento esto con una taza de café ecuatoriano.
Mi primer nombramiento político fue como Ministra de Turismo. Al principio traté de explicar (sin éxito) que no era política. No había sido candidata y ganado elecciones. Solía decir que era una persona técnica en una posición política (el impopular ‘tecnócrata’). Con el tiempo he asimilado el hecho de que una vez fui una política, como dice Wikipedia, pero todavía defiendo que no era la política ‘tradicional’.
Algunos de mis reflexiones sobre mi carrera política comenzaron con Michael Ignatieff, un ex profesor de Harvard que se convirtió en un político canadiense. Cuando comencé como ministra, leí uno de sus artículos (te explico mejor en cinco segundos). Cinco años después, volví a encontrarme con las reflexiones de Ignatieff sobre política. Esta vez en su libro Fuego y Cenizas. Ahí habla de su experiencia, lo que aprendió, su éxito y su fracaso final en política. Si te interesa la política, definitivamente te lo recomiendo. En este blog me referiré a algunas partes de su libro y hablaré un poco acerca de mi experiencia.
Política en teoría y en la vida real
La sensación de entrar en política me recuerda de alguna manera la sensación de convertirme en mamá. Nada puede prepararte para esa experiencia y la transformación que generará. No importa lo mucho que leas, estudies o incluso escuches acerca de la política, hasta que lo vives nunca lo entenderás completamente. En su libro, Ignatieff dice: ‘La política, en la práctica, no es ciencia… Sus habilidades básicas se pueden aprender, pero no se pueden enseñar’.
Cuando comencé como ministra, encontré la carta de Ignatieff a un joven político (el artículo que mencioné anteriormente). Es una carta con los consejos que le hubiera gustado recibir antes de convertirse en político. Resonó mucho conmigo, particularmente esto: ‘Tenía vocación por la política. Lo que no tenía era aptitud para el combate político’. Era exactamente como me sentía.
Amo las políticas públicas. Lo que quiero decir con esto es, el diseño, pero sobre todo la implementación, de programas, proyectos y políticas públicas. Probablemente me has escuchado hablar del poder transformador que políticas públicas bien diseñadas e implementadas pueden tener. Pero tengo que confesar que no me gustó la política. Para ser más precisa, no me gusta el combate político. En español, esto fue más difícil de explicar porque política (de políticas públicas, en inglés policy) y política (en inglés politics) son la misma palabra, en inglés son dos palabras distintas. Muy pronto, la política se sintió muy real para mí.
Lo bueno
Ignatieff dice que lo primero que debes saber cuando entras en política es por qué lo haces. Para mí, era la oportunidad de servir. De estar en una posición donde podía cambiar las cosas por el bienestar de los demás. Como sabes, el desarrollo es un proceso político. Quién está en el poder, importa. Más aún, importa al servicio de quién están los que se encuentran en el poder (es decir, cuál es su ‘base’ o sus grupos de interés). Cuando los políticos sirven a los ciudadanos, el impacto puede ser enorme. Para mí, esa debería ser la única razón por la que alguien entra en la política: para mejorar la vida de los demás, especialmente de los más vulnerables. Desafortunadamente, todos sabemos que no siempre es así.
Hay tantas historias que demuestran lo que uno puede hacer como político, que llenan mi corazón de alegría y gratitud (sonrío mientras recuerdo). Hay una en particular que podría ser un buen resumen. Una vez fui a visitar uno de los nuevos hospitales públicos. Los médicos me llevaron a la nueva unidad de cuidados intensivos para neonatos, algo inexistente en esa zona del país antes. Había una madre joven con su bebé, era prematuro, no tenía menos de 30 semanas. Me dijo que el nombre de su bebé era Zoé, porque significa vida. Cuando me iba, me dijo: ´Soy la mamá de Zoé, te vi arriba. Sin el hospital mi hija no habría tenido la oportunidad de pelear, ¡gracias!’ Para mí, de eso se trata la política. Igualdad de oportunidades para todos, para que cada uno tenga la oportunidad de ‘pelear’, de luchar por un futuro mejor.
Lo malo
Cuando entras a la política, siempre estás ‘a la vista’. Como dice Ignatieff, estás ahí para el consumo público. El problema es que juzgan tus acciones dependiendo de la parte de la historia que otra persona quiera contar sobre ti. Una parte que suele estar sesgada dependiendo del prejuicio que la otra persona tiene sobre ti. Con el tiempo, aprendí a no tomarme las cosas tan personales. Pero, no es fácil. Algunos dicen que para estar en política debes tener la piel dura. No sé si la mía era lo suficientemente gruesa.
En su libro, Ignatieff habla de cómo otras personas que te ven como una amenaza utilizan cosas que has dicho en el pasado para exponerte de una manera negativa. Como explica el autor, el problema no es que fabriquen cosas que sean falsas (es decir, una grabación o documento tuyo diciendo algo que no dijiste). El problema es cómo tus oponentes aprovechan tu ‘grabación’ para sacar de contexto las cosas que has hecho o dicho, o mostrarlas de una manera engañosa. Para mí, estar en esa situación es una posición difícil, que se agrava en una sociedad polarizada.
Lo feo
Ignatieff tiene la mejor explicación que he encontrado hasta ahora sobre lo que, para mí, es el lado feo de la política. Como mencioné, Ecuador en ese momento estaba muy polarizado. La política se desarrollaba en una sociedad ya dividida y convertía a los adversarios en enemigos. Como explica Ignatieff, un adversario debe ser derrotado, mientras que un enemigo debe ser destruido. Con los adversarios, el compromiso es posible. Un adversario de hoy puede convertirse en un aliado mañana. Con los enemigos no puede haber acuerdos y ciertamente no puedes aliarte con ellos.
Carl von Clausewitz dijo ‘la guerra es la continuación de la política por otros medios’. Pero, la política no es la continuación de la guerra. Es su alternativa. Según Ignatieff, defendemos la política y buscamos preservar su vitalidad porque su propósito es salvarnos de lo peor. Pero cuando la política se convierte en una guerra, se pierde el propósito.
Sentí que en Ecuador nosotros, como país, perdimos de vista el bien común. Todos contribuimos a esa guerra, a través de una pérdida de la tolerancia y el respeto por alguien que piensa distinto. La política, de alguna manera, se convirtió en una guerra, no en su alternativa. Y en una guerra, todos pierden. La sensación de estar en un campo de batalla, ciertamente no es lo que imaginaba cuando elegí una carrera en políticas públicas. Hubo días en los que sentí que no había reglas, ni respeto, ni límites. El objetivo era destruir al enemigo. Sentí que estaba en medio de esa guerra.
La esperanza
Tengo la esperanza que, en mi país, y en el resto del mundo donde también sufren de esta falta de tolerancia, lo que nos une sea más grande que lo que nos separa. Que podamos debatir y discrepar, sin odiarnos unos a otros en el proceso. Si hay algo que hemos aprendido con la pandemia es cuánto nos necesitamos unos a otros. Cuánto dependemos unos de otros para sobrevivir y prosperar.
En un mundo donde ” todo es verdad y nada es verdad “, como dijo Obama en una antigua entrevista, nuestro enfoque de la política y la democracia es diferente. Mi esperanza es que podamos recuperar la esencia de la política. Que empecemos a tratar con adversarios, en lugar de enemigos. Que no nos perdamos, como sociedad, en el proceso. La tolerancia y el respeto son fundamentales para cualquier tipo de convivencia.
Mi esperanza es que esta crisis nos dé la oportunidad de ser mejores juntos. Ser capaces de acordar unos objetivos mínimos hacia el futuro, como igualdad de oportunidades para todos. Luego podemos debatir diferentes alternativas para lograr esos objetivos. Sueño con un mundo donde podemos debatir y discrepar sin perder el respeto a la otra persona.
Una versión de este blog es publicó primero en inglés en bettergovs.org
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