Por Sandra Naranjo Bautista
El mundo está cambiando a un ritmo sin precedentes. El cambio al que nos enfrentamos es complejo, no lineal y sistémico. El COVID-19 representa una ‘prueba de estrés’ para los gobiernos de todo el mundo y la economía global. ¿Cómo pueden los gobiernos diseñar políticas públicas bajo incertidumbre tan extrema?
En tales circunstancias, la apreciación de algunos principios económicos fundamentales, pero profundos, puede ayudar en la toma de decisiones. Quiero destacar tres conceptos sobre economía poderosos que pueden proporcionar un marco que facilite la resolución de problemas en situaciones de incertidumbre, al tiempo que permite flexibilidad y adaptación.
La política pública se trata fundamentalmente de trade-offs
Un trade-off significa que para conseguir algo tenemos que renunciar a algo más. Dado que los recursos son escasos, debemos decidir cómo asignarlos. La alternativa a la que renunciamos es nuestro costo de oportunidad. La política pública tiene como objetivo asignar recursos escasos a su uso más valioso. Esto significa que siempre habrá ganadores y perdedores. La forma en que manejamos a aquellos que ‘pierden’ es crucial para lograr un amplio apoyo a una reforma o programa.
La gente responde a incentivos
Las personas toman decisiones basadas en un análisis de costo-beneficio. Ciertas acciones nos incentivan a hacer algo, o a no hacerlo. Este concepto es útil a nivel individual pero también desde una perspectiva macro. El desarrollo es un proceso político. La formulación de políticas eficaces requiere una comprensión de cómo se distribuyen y se disputan el poder y los recursos. Conocer los incentivos de los actores clave es esencial en política pública.
Las instituciones tienen un papel importante en desarrollo
Las instituciones son las ‘reglas de juego’, formales e informales, que dan forma a todas las interacciones sociales, económicas y políticas. Estas instituciones dan forma a los incentivos, impactan la asignación de recursos y la distribución del poder en una sociedad.
Pensemos en la cuarentena por un momento
Minimizar la transmisión de COVID-19 es un objetivo clave de política pública para salvar vidas. Una forma de lograrlo es imponer una cuarentena, o aislamiento, a la población. El costo de oportunidad de minimizar el impacto en la salud es el aumento del impacto en la economía nacional. La forma en que se ha desarrollado esta compensación entre la salud y el impacto económico ha variado según el contexto y los objetivos de los diferentes países y gobiernos.
Australia y Nueva Zelanda son ejemplos de países que han tenido éxito con sus políticas de cuarentena. Si bien es similar en muchos aspectos, cada país valora su costo de oportunidad de manera diferente. Nueva Zelanda fue más averso al riesgo y entró en un aislamiento más estricto que Australia. Sin embargo, ambos países tienen un gobierno funcional e instituciones sólidas con sistemas de protección social adecuados que fueron clave para su éxito en el control de la propagación del virus.
Los países con sistemas de salud más débiles y poblaciones más vulnerables, como los países insulares del Pacífico, por ejemplo, han tomado decisiones diferentes cuando se enfrentan a compensaciones similares entre el impacto sanitario y económico. La baja capacidad del estado para responder en caso de una emergencia significa que han adoptado medidas extremas para proteger a sus poblaciones de los impactos potencialmente devastadores para la salud. Están dispuestos a aceptar un impacto en la economía mucho mayor, para evitar enfrentar una crisis de salud que no podrían manejar. En algunos casos no han tenido infecciones locales, sus incentivos los lleva a minimizar el riesgo y para ello han cerrado sus fronteras.
En América Latina, el aislamiento estricto no ha tenido éxito. Las medidas adoptadas han respondido a las mismas compensaciones a nivel macro que países como Australia y Nueva Zelanda. Sin embargo, existen dos diferencias clave. La baja capacidad institucional para responder a la crisis, en los sistemas de salud y protección social, significó que la región en general no logró generar los incentivos adecuados para que las personas se queden en casa. Como resultado, estos países no pudieron controlar la propagación del virus. Además, los incentivos a nivel de hogares son completamente diferentes a los que anticiparon las políticas de aislamiento a nivel macro. En Perú, por ejemplo, el 70% de la población trabaja en el sector informal. En ausencia de un sistema de protección social sólido que pueda cubrir sus necesidades básicas, quedarse en casa no es una opción para estos hogares. Dejar de trabajar significa no tener ingresos, ni comida.
Pensamientos finales
La economía es fundamental para tener una visión integral de las políticas públicas. Asignar recursos de manera eficiente y eficaz requiere una comprensión de las compensaciones y los costos de oportunidad. Saber cómo responde la gente a incentivos mejora el diseño de políticas. Además, las políticas públicas no ocurren en el vacío. Las instituciones dan forma a la asignación de recursos, los incentivos y el poder de los agentes económicos que impactarán las políticas públicas. Como dijo Otto von Bismarck, política pública es el arte de lo posible, lo alcanzable … El arte de la segunda mejor opción.
Una versión de este blog es publicó primero en inglés en bettergovs.org
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